espaciojazz
Un siglo de jazz da para mucho. Alrededor de la música de jazz, hay una impresionante historia que comenzó allá a finales del siglo XIX y que hoy en los albores del XXI, todavía tiene mucho que decir. Esta página tratará a través del tiempo de señalar aquellos acontecimientos que de una u otra forma marcaron el destino de esta maravillosa música. Es nuestro deseo que esta página os sirva no solo como consulta, sino que también la utilicéis para acercaros al conocimiento de aquellos aspectos y acontecimientos fundamentales en la historia del jazz. Hemos elegido dividir y ordenar esta "Cronología" por otros tantos periodos de tiempo en los que el jazz ha ido evolucionando en su historia. En el principio está el blues, las canciones de trabajo en las plantaciones de algodón o "worksong"; la comedia y el vodevil; la marginación del negro hasta denigrarlo en espectáculos atrozmente racistas y burlescos, intentando alargar la figura del "Tío Tom". La música no era jazz y sí, un batiburrillo de ritmos y sonidos (los rag, las pianolas, etc) que algunos blancos imitaban con algún éxito. Desde el último cuarto del siglo XIX, el jazz estaba, no obstante, incubándose en La Louisiana (New Orleáns). Posteriormente, inaugurando la época del swing, llegó King Oliver, con su "Creole Jazz Band" y grabó entre otras composiciones "Dippermouth Blues". Los tres solos a corneta de esa pieza, además de ser el punto de inflexión entre la música callejera y el jazz, fueron imitados sin contemplaciones hasta mucho tiempo después por un gran número de músicos. Louis Armstrong - segundo corneta de su banda y discípulo suyo- retomó en la orquesta de Fletcher Henderson el estilo, la virtuosidad y la flexibilidad rítmica de Joe Oliver, superándolo y marcando un camino imborrable en el tiempo.
El bebop, una revolución musical extraordinaria y base de todo el jazz moderno, coincidió con la huelga de grabaciones que desde el 1 de agosto de 1942 hasta noviembre de 1944 llevaron a cabo todos los músicos organizados en torno a la Federación Americana de Músicos (AFM). El efecto más "perverso" de esa huelga fue "retrasar oficialmente" el nacimiento de aquella nueva música que se estaba gestando en el norte del barrio de Harlem y en torno a un club ya histórico y desaparecido: El Minto'ns Playhouse de Harlem, en New York. El cool y el hardbop convivieron durante este periodo de tiempo en una clara pugna por la hegemonía musical del jazz. Mientras en la Costa Oeste de los Estados Unidos, Lennie Tristano, Lee Konitz, Dave Brubeck y otros músicos generalmente blancos, le daban al jazz una impronta estilísticamente más culta, y presuntamente más funcional, en la Costa Este, surgió con enorme fuerza alrededor del batería, Art Blakey, Horace Silver y los Jazz Messengers, un estilo que los negros neoyorquinos no dudaron en considerarlo no sólo como una respuesta al presunto amaneramiento del jazz, sino como legitimo heredero del bebop. Luego llegaron al jazz aires renovados que inauguraron toda una época: llegó el jazz libre o "freejazz". Ornette Coleman fue acusado por los puristas de siempre de asesinar al jazz, pero cuando Miles Davis, entró en ese terreno con discos y aventuras musicales eléctricas, las criticas, no sólo terminaron, sino que se volvieron alabanzas. Ya en nuestro tiempo el jazz sobrevivió a crisis existenciales importantes, superó una década de los ochenta, dominada por dudosas experiencias y regresó en los noventa con fuerza inusitada, cual si fuese el Ave Fénix, resurgiendo de sus cenizas. La tenacidad de algunos músicos veteranos (Max Roach, Art Blakey, Betty Carter) y la aparición de jóvenes talentos (Joe Lovano, Wynton Marsalis), músicos con una técnica prodigiosa, aunque algunas veces exenta de originalidad, consiguió que el jazz entrara en el siglo XXI sin perder ni un ápice de la fuerza que un siglo atrás inventaron hombres como Louis Armstrong, Duke Ellington o Charlie Parker entre otros. Hoy en el siglo XXI, no se adivina nadie capaz de igualar el genio creativo de estos músicos de leyenda, pero hay algunos que apuntan fuerte y que en los próximos años tendrán que dar de sí todo lo que llevan dentro. Nos estamos refiriendo al maestro del piano, Brad Meldhau -posible sucesor del genial, Bill Evans-, o la extraordinaria cantante, Diana Krall.
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